miércoles, 24 de agosto de 2011

LA VERDAD, AL CRUZAR LA CALLE



De harapos vestida, una flor en su cabello que demostraba toda la naturaleza del mundo contrastada con su árida piel, llevaba en sus manos una foto, la foto con la que podría ganar alguna vez su verdad. En la foto aparecía una bebe, tomada hace 18 años, guardada durante 18 inviernos gélidos, y 17 deprimentes otoños.
Si la mujer no encontraba a la persona indicada, su vida se transformaría en la nada, en un pozo sin fondo, una existencia sin sentido.
Caminaba.
Encontró, encontró el fin del camino y el comienzo de otro, por supuesto que sin saberlo: vecinos nuevos.
Ella, andrajosa y avergonzada se quedó impávida al ver personas, seres que no fueran animales rondando por esos lugares era extraño para sus ojos. Entró nerviosamente a su casa, una mansión pobre, resultado de los días de fiesta y derroche, pasión y lujuria de antaño.
Actualmente la realidad era distinta: el otoño se hacía presente con su tono entre febril y nauseabundo, el ruido sordo de las hojas y el fuerte viento que anticipaba una serie de enfermedades causante de días de encierro solitario.
Repentinamente los vecinos tocaron la puerta y ella, sigilosamente mira por la ventana observando tres figuras: una mujer, una jovencita y un hombre, siendo éste último transformado en el Dios de sus pensamientos y sentimientos, casi al unísono de verlo. Al ver esta escena se apresuró a abrir la puerta y saludo con un silencioso HOLA.
Los nuevos vecinos se presentaron y pasaron a la mansión gracias a la venia de la dueña. La mente de la mujer no pensaba nada más que en él, lo pensaba de todas las formas posibles, hasta de las imposibles, quizás se estaba enamorando. Lo dudaba, pues nunca lo había hecho ya que el mal que reinó en su vida curtió su alma y corazón.
Con el tiempo ambos encontraron una química perfecta, se enamoraron, vivieron y consumaron su amor a espaldas de la humanidad. Pero, como la felicidad son solo momentos en la línea de la vida, la esposa del hombre se enteró del idilio que tenían su marido y la vecina solitaria: halló una servilleta que decía: AL CRUZAR LA CALLE ESTA EL ALMA QUE REALMENTE TE AMA. Su mente se cegó por el odio, y, tomando el arma con la que su mismo padre había matado a su madre suicidándose posteriormente, se dirigió a la casa de la vecina que había robado a su todo. Irrumpió en la mansión, abriendo la puerta con una patada agresiva, paso por el salón y allí se quedó boquiabierta: vio la foto de la bebe, la cual era su hija, la jovencita, que ya tenía 18 años, su hija adoptada, su razón de vivir, y el corazón se le quebró en mil pedazos, pero esto le hizo tomar más fuerzas aún, pues si mataba a la perra que había enamorado a su hombre y que era la verdadera madre de su hija, mataría dos pájaros de un solo tiro.
No le importaban las consecuencias. 
Subió a la habitación de la vecina y encontró lo que hizo que una bala saliera sin pensarlo de su arma: estaban los dos amándose, hechos uno solo…
Paso un segundo, y todo cambio. Por accidente la esposa mató a su esposo, y por voluntad propia se suicidó, no soportando todo lo que había hecho y lo que vendría. Pero agonizó y sufrió viendo el cadáver de su marido en la cama desde el marco de la puerta.
La otra, la amante, se puso sus harapos y busco a la jovencita, llevándola a su casa para que se despidiese de sus padres. Las tres mujeres vivas lloraban, y la esposa, sabiendo que moriría pronto, le conto la verdad a ambas, la verdad de la foto, de que la joven era adoptada, de que su verdadera madre era prostituta y por eso la dio en adopción y de lo más duro: que su verdadera madre era la causante de todo ese momento trágico, de todo el cambio de sus vidas de ahí en adelante.

La esposa murió.

Madre e hija quedaron mirándose, cuál de las dos más consternada, mas desorientada, mas perdida, mas melancólica y con deseos de un abrazo, pero las separaba el cuerpo sin vida de la esposa engañada, y del otro extremo de la habitación las observaba el cuerpo del pecado, aunque sin vida, causaba el ambiente del odio y el amor…




Creado por mi gran amigo Max Norambuena  :)

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